viernes, 22 de enero de 2010

74 Los Negros - Gente negra

Si uno se toma el trabajo de comparar más de una de las listas de los significados de los sueños según los números de la quiniela, verá que el 74, el que ahora nos ha tocado en suerte, tiene dos versiones sobre el mismo concepto. Según unos, el 74 es Gente Negra, según otros simplemente Los Negros. Es interesante, a la luz de esta diferencia que no es tal, pensar en el valor peyorativo del término “negro” en contraposición con el orgulloso “blanco”. Los primeros atisbos son simples y directos: la comunidad negra en América se formó con los esclavos de los europeos que colonizaron, conquistaron y saquearon el continente africano... Y luego el americano. Y esa reducción del hombre a un mero instrumento, incluso despreciable en vistas del esclavista, le otorgan el disvalor intrínseco al sometimiento y la humillación a los que fueron destinados.

En el ámbito local, pasamos del agresivo “cabecita negra”, acuñado por la oligarquía en los tiempos de gloria del General Perón, cuando se produjeron los movimientos migratorios hacia la ciudad de Bueno Aires de la mano de la floreciente industrialización del país, al amoroso negro o negrito con quien uno adjetiva a los afectos queridos. En una rápida recorrida, tengo en mi vida unos cuantos negras y negros queridos: el negro Yiye, el negro Nigra, el negro Merino, la negra Muscio y, por cuestiones de respeto estético, a la recientemente fallecida la Negra Sosa y al inmortal negro Olmedo. En estas épocas de corrección política e indiscriminación sin discriminación, los adjetivos mutan dándole paso a los más rebuscados modos para llamar a alguien por sus atributos considerados una reducción de su valor, de modo tal que el mundo bienpensante no nos condene al infierno del mal decir. En ese contexto, mi tío el Sordo Lucio paso a ser mi tío el Hipoacúsico Lucio aunque, debo confesarlo, nunca lo llamamos así. Sin embargo, la comunidad negra ha tomado el sentido peyorativo de origen blanco y 1o ha vaciado de contenido. Una venganza por sobre la palabra del esclavista, un vacío revolucionario y subversivo. Así, en los EEUU, los marginados negros tomaron el descalificativo nigger o nigga para identificarse unos con otros, donde el mote cobra un sentido unificador y contestatario. Similar movimiento se da en nuestro país en el que los cabecitas negras se denominan, con total orgullo, 100% negro cumbiero, tatuándolo en su piel.

Pero si las fantasías de que terminada la esclavitud terminaría la marginación de la comunidad negra, la historia tiene cientos de ejemplos que las demuelen. Imaginen, críticamente, qué sería de una populosa comunidad negra en un país tan xenófobo como el nuestro. Lo que vemos con espanto en la historia de los EE. UU. no es sino el reflejo de un espejo fantástico en el cual ver una realidad posible si hubiéramos recibido una cantidad de esclavos africanos mayor a los que recibimos durante el dominio español.

El otro día, leía sobre las políticas antidiscriminatorias (término que deberíamos poner en juicio algún día ya que discriminar no implica someter, sojuzgar ni humillar) que los dirigentes del fútbol europeo están impulsando: suspender el partido si alguna de las hinchadas desprecia, con sus cantos, a cualquier jugador de color. De color negro, claro.

J. Martínez

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