martes, 5 de enero de 2010

39 La lluvia-Diluvio

De pequeño, una de las preocupaciones que tenía estaba íntimamente relacionada con el Diluvio Universal. A pesar de haberme alineado de modo temprano con la teoría de la evolución de las especies, no dejaba de preocuparme el acontecimiento bíblico de una lluvia de tales magnitudes que hicieron necesario a Noé y a su arca para preservar las especies animales hoy conocidas en el mundo. Dos de aquellos, un par de esos otros, el casalito aquél... Quería ser yo quien estuviera al mando de esa nave pletórica de bestias agradecidas. ¿Cómo había hecho para subirlas al barco? ¿Las había encantado como el flautista de Hamelin a las ratas? ¿Cómo había evitado la naturaleza del depredador y su almuerzo, el ciclo natural de la vida? Para mi cabeza, ese diluvio era una revancha de las especies, un renacer a partir de la condena y la ira divinas, una forma de resistencia humana al designio de dios. No podía, en aquel entonces, pensar en metáforas.

Años más tarde, encontré en el diluvio, un trazo que tiene que ver con la estructura simbólica humana. Fue al leer La Epopeya de Gilgamesh, el relato escrito más antiguo del que se tenga conocimiento. La historia de Utnapisthim es en donde la religión judeo-cristiana ha abrevado para formalizar su propio castigo divino. Si es cierto aquello de "Primero con agua, después con fuego" para marcar el modo del fin de un mundo, bien podemos anticiparnos buscando esas trazas en otras escrituras. Pero eso es para otro número. El mundo que se terminó con el diluvio universal fue un mundo donde no estaban establecidos los márgenes de lo divino, lo humano y lo sub-humano. Y es en el relato de la vida de Gilgamesh, donde estas cuestiones tendrán su metáfora fundacional. Utnapisthim, abuelo de la Humanidad (y del propio Gilgamesh) fue, como el bueno de Noé, quien tuvo como responsabilidad salvar a las especies del mundo. Enlil, dios del cielo, decidió la destrucción de la raza humana porque le resultaban bulliciosos y molestos. Ea, dios de la Tierra, fue quien advirtió a Utnapisthim para que preparase un barco en el cual llevar animales, semillas y a su propia familia. El diluvio sobrevino y la humanidad pereció, a excepción de los habitantes de la barca. Cuando el agua comenzó a bajar y la geografía del mundo a volver a la normalidad, Utnapisthim liberó un ave para constatar que hubiera suelo donde establecer los cimientos de la nueva humanidad. Cualquier parecido con la historia de Noé y el arca, no es mera coincidencia, sino pura divulgación mitológica. A diferencia de su par judeo-cristiano, Utnapist-him tuvo una recompensa: la inmortalidad.

El diluvio universal ha tenido distintas versiones en las culturas que habitan y habitaron el mundo y referencias en la mayoría de las literaturas fundantes de las religiones. Así, los encontramos en las escrituras védicas de la India, en leyendas mapuches, incas, mayas y aztecas. Incluso según la mitología griega, Poseidón, por orden de Zeus, provocó un gran diluvio como castigo para los hombres que, gustosamente, habían aceptado el fuego que Prometeo robó del monte Olimpo. ¿Quién salvó, según los griegos, a la humanidad? Deucalión, hijo de Prometeo. ¿Cómo? Construyendo un arca en la cual poner a resguardo a una pareja de cada animal. Historia conocida.

Es en estas metáforas donde se encuentran los primeros trazos de la cultura humana y su organización; la delimitación de lo divino y lo humano. Así las cosas, el efecto del diluvio como castigo, al decir del replicante Roy Batty, el extraordinario personaje encarnado por Rutger Hauer en Balde Runner, se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

J. Martínez
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