domingo, 31 de enero de 2010

74 Gente negra - Desgracia

Amigo te doy un consejo aunque yo consejos no doy: tienes que leer Desgracia, la novela de John Maxwell Coetzee. El escritor sudafricano la publicó en el año 2001, y desde entonces no ha parado de cosechar elogios y éxitos. Cosa rara al tratarse de una historia muy densa, desde el propio título hasta el punto final.

Nacido en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, y desde hace poco, ciudadano australiano, Coetzee es un escritor que en la actualidad tiene 60 años. Es profesor universitario, al igual que el protagonista de Desgracia, y desde siempre el segregacionismo del apartheid sudafricano ha estado presente en su obra. Pero no necesariamente como un discurso social, o sí, pero siempre muy permeable a lo literario, y viceversa, consiguiendo un equilibrio que los miembros del Comité Nobel supieron apreciar cuando le otorgaron el premio de literatura en el 2003, dos años después de publicar Desgracia.

Este es el profesor Laurie, el protagonista de la novela. Se puede decir de él casi cualquier cosa, menos que es un hipócrita. Su personaje nos puede despertar muchos sentimientos, y muchos de ellos contradictorios. Y es que a Laurie parece faltarle el filtro social. Ese filtro que nos permite no ser acusados a diario de asesinato, ese gracias al cual nuestro número de teléfono está todavía en un par de agendas. Pero tiene el filtro, es pulcro en sus modales, parece un tipo culto, es un apasionado de la poesía de Byron.

Estamos, pues, ante un hombre más bien anfibio, de piel resbaladiza y reflejos ágiles, una especie gentil de reaccionario. El tema es que el profesor Laurie se mete en un lío. Comienza seduciendo a una de sus jóvenes alumnas para terminar acosándola y prácticamente violándola. Digamos que se aprovecha de su posición de poder.

Y es lógico, el padre de la chica se agarra flor de calentura. Tras la pertinente denuncia, la universidad donde enseña Laurie le abre un expediente interno. Y le hacen una especie de juicio, medio esperpéntico, medio sumarísimo, en el cual Laurie desarrolla una estrategia muy peculiar de defensa…

Pero por mucha labia que le ponga, la presión se le hace insoportable. Así que decide dar un paso al costado y visitar a su hija, que vive en el campo, a unas horas de la ciudad. La hija, entendemos, es lesbiana, acaba de ser abandonada por su pareja y vive sola en una casa en medio de la nada. A los pocos días de haber llegado Laurie, sucede una desgracia.

La cosa se pone oscura. Unos pibes negros los atacan en su propia casa. El profesor se salva por esta de morir quemado. Y a la hija la violan los tres chicos. El libro entra acá en una parte muy interesante. Porque el espejo del profesor Laurie, abusador de su propia alumna, se le viene encima a su hija. Y a nosotros los lectores se nos viene encima el asco que empieza a tenerle a su padre. Por un lado, parece que lo acusa de no haber hecho lo suficiente para parar la violación. Pero hay algo más, hay algo más…

Efectivamente. Están en la Sudáfrica posapartheid. La paz social, digamos, está atada con alambre…, agarrada con todos los broches que se puedan imaginar… Acá es donde Laurie saca todo el profesor que lleva adentro y pone por delante su verdad blanca y universal, sí, esa misma que él no se aplica a sí mismo. Y claro, este es el momento en que el lector suele caer en la trampa y ponerse del lado de los blancos, perdón, quise decir de los buenos.

Seguro que me están puteando de todos los colores porque les estoy contando el libro. Y voy a parar aquí.

Por suerte o por desgracia, la novela Desgracia fue llevada al cine. La película es del año 2009, de reciente estreno, y está dirigida por Steve Jacobs y protagonizada por John Malkovich, que lo borda en su papel de profesor.

La verdad es que la película es bastante buena, al menos, es bastante fiel a la novela, incluso tomándose alguna licencia, sobre todo cerca del final de la historia. Pero el lenguaje cinematográfico no es el narrativo, y en una hora y pico de película cabe menos que en 300 páginas de novela.

A favor del film, que a Coetzee le gustó la película… Y eso que había puesto una condición antes de ceder los derechos: si el guion no le gustaba, adiós película… Así que si no conocen el libro, y un poquito les picó la curiosidad, les sugiero que lo lean. Si quieren empezar por la película, empiecen por la película, pero yo les sugiero que empiecen por la novela. Y es más, les recomiendo que la lean de un tirón, en dos días. Es una experiencia deliciosa y nada desgraciada.

Alejandro Feijóo

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