viernes, 22 de enero de 2010

49 La Carne - Isabel Sarli

Retomando las palabras de Alejandro en el primer programa, hablar de carne en Argentina, remite inevitablemente al asado. Y habla de asado en Argentina es como hablar de tortillas en España. Pero no será en esta noche en la que entremos en los detalles que hacen que cada asador tenga sus trucos y sus mañas a la hora de preparar el fuego o colocar la carne en la parrilla. En esta noche de verano, quiero hacer una breve referencia a otro tipo de carne argentina que está directamente relacionada con la voluptuosidad femenina. Le apuesto a cualquiera de los oyentes que si escriben esas dos palabras, carne argentina, en cualquiera de los buscadores de la Web, ya en la primera página aparecerán ofertas de sitios con muchachas de amplias nalgas y exuberantes ubres. Sí, en el país de la carne, la carne es reina.
Para los adultos de hoy, una de esas féminas es el ícono cárnico por excelencia: Isabel Sarli, conocida en entre-casa como La Coca. La traza es sencilla, previsible y está al ras de la memoria, ya que Carne es el título de una de las tantas películas que protagonizó de la mano de su marido Armando Bó. Filmada en 1968, una década después de la primera colaboración de la pareja que llevó al punto máximo al kistch argentino, Carne es una película que, de algún modo, resume la esencia de la dupla que insertó, en el cine argentino, algunos tópicos que pusieron de punta los pelos de la moral cristiana. Y no sólo por los monumentales desnudos de la Coca y las constantes violaciones a las que fueron sometidos los personajes que, nada paradójicamente, encarnó a lo largo de 28 películas con el hombre a quien amó al punto de la devoción. Y si de coincidencias y azar se trata, el 28 es, ni más ni menos, que Las Tetas en el imaginario colectivo popular. Pero ese es un detalle pintoresco. Una de las mayores potencias que pusieron en jaque al aparato censor argentino, fue el hecho, nada menor, de que uno de sus más frecuentes partenaires en las escenas de sexo, fuera ni más ni menos que Víctor Bó, hijo de su marido y su hijastro por extensión. Cóctel explosivo.
Volviendo a la película Carne, es aquí donde Isabel Sarli puso en boca de Delicia, su personaje, una frase que quedaría inscripta en la memoria popular argentina de finales de la década del 60. Encerrada en un camión frigorífico donde era obligada a prostituirse, envuelta su desnudez en un abrigo de piel, mira a su abusador y le pregunta “¡¿Qué pretende usted de mí?”, como si la respuesta, respondida con la imagen del tipo que se acerca manoteándose la bragueta del pantalón, estuviese ocultas a sus ojos y su entendimiento.
A pesar de ser uno de los símbolos eróticos, no sólo argentino sino también latinoamericano, siempre se definió como una mujer extremadamente tímida. Según sus declaraciones, sólo el amor que sentía por Armando Bó y tomar whisky antes de las escenas calientes, hacían posibles sus desnudos en la pantalla grande.
Entre 1958 y 1981, año de la muerte de Armando Bó, Isabel Sarli sólo le fue cinematográficamente infiel en una oportunidad. Fue en el año 1962 cuando, bajo las órdenes del genial Leopoldo Torres Nilsson protagonizó la película 70 veces 7, una coproducción entre Brasil y España, basada en dos cuentos del libro homónimo de Dalmiro Saénz. Esta ha sido, quizás, la mejor de las películas que haya protagonizado. Y si podemos homologar experiencias cinematográficas entre dos divas carnosas, esta ha sido una película de inflexión, la perla negra, el tesoro escondido, como fuera para Marilyn Monroe protagonizar Los inadaptados de la mano de John Houston y con guión de su entonces marido Arthur Miller.
Antes de terminar esta breve semblanza, no quiero dejar de señalar que, a pesar de las falencias técnicas y narrativas con las que Armando Bó armó su estética, Carne traza una línea de continuidad, y de denuncia, respecto de la explotación femenina, de la trata de blancas y la prostitución forzada que tuvo su primera organización en nuestro país con la mafia polaca que instaló una sucursal de la llamada Zwigt Migdal y que hoy en día se traslada, sin polacos mafiosos, a muchas ciudades fronterizas del noreste de nuestro país. Pero los detalles de esta organización mafiosa, quedarán para cuando el azar nos traiga el número 78, La Ramera.

J. Martínez

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