domingo, 31 de enero de 2010

32 El dinero - El Gran Gatsby

Buenas noches desde Madrid.

Si mezclamos dinero y literatura y los metemos en una coctelera. Y encima le agregamos el talento de Scott Fitzgerald es muy probable que obtengamos El Gran Gatsby.

Es raro que esta novela falte en cualquier lista de las mejores que se escribieron en el siglo XX. Y a pesar de que hay críticos que valoran más otras novelas de SF, como Suave es la noche o El último magnate, El gran gatsby tiene ese aroma de los libros inmortales. Esos que a cualquiera de nosotros le gustaría escribir.

Gatsby aparece en el libro como un personaje misterioso. No se conoce bien su origen, y su figura huidiza da pie a numerosas leyendas: que si fue un héroe de la primera guerra mundial, que si hizo su fortuna vendiendo alcohol fuera de ley, que si mató a un hombre… Nada se sabe y todo se imagina alrededor de este millonario que organiza las mejores fiestas del barrio.

Porque la mansión que Gatsby tiene en Long Island se convierte, día sí y día también, en escenario de grandes y multitudinarias fiestas, en las que lo único que falta es el propio Gatsby.

El joven millonario mantiene un idilio con Daisy, cuyo primo, Nick Carraway, es el conductor de la historia. Carraway es un arribista marca de la época, un joven ambicioso que pretende triunfar en Wall Street. A Carraway lo toca la varita mágica cuando Gatsby se interesa por él, e incluso lo quiere sumar a sus negocios.

A través de él, Gatsby vuelve a acercarse Daisy, con quien mantuvo un antiguo romance. El problema es que Daisy está casada, con un tipejo llamado Tom que a su vez tiene una amante, la mujer del dueño de una estación de servicio. Analizado linealmente, la anécdota del libro no pasaría de un enredo amoroso con final trágico. Pero en la pluma de SF la historia se convierte en un fresco sobre una sociedad magnífica y opulenta… construida sobre barro.

La novela se publicó en 1925, hacía solo diez años que había terminado la primera guerra mundial y faltaban cuatro para el crack del veintinueve. En ese contexto, Gatsby representaría a lo que hoy llamaríamos un nuevo rico. La alta sociedad no es boluda, y sabe que Gatsby no pertenece a ese palo, pero de muy buena gana le abre sus brazos, y acepta gustosa su forma de insertarse en la sociedad, a través de sus fiestas.

Las fiestas del Gran Gatsby son el teatro donde se retratan la decadencia y la amoralidad de una clase social rápidamente enriquecida. Alcoholizados al ritmo de las orquestas, los operadores bursátiles y sus graciosas mujeres demuestran cada noche en la mansión de Gatsby la misma falta de escrúpulos que a la mañana siguiente ponen en marcha con sus opacas transacciones.

Mucho se ha hablado de los puntos en común entre la vida del personaje y la del novelista. Efectivamente, a SF le gustaba la vida a todo trapo y vivir por encima de sus posibilidades. Al parecer, las deudas y los problemas financieros fueron una constante en la vida de SF y en la de su mujer, Zelda. Y por eso durante los años 30 él se vio obligado a venderse a Hollywood y a escribir historias breves para la Metro Goldwyn Mayer. Pero ni siquiera así.

Todo este cuadro de inestabilidad se ve agravado por la enfermedad mental de su mujer. La esquizofrenia llevó a Zelda de un manicomio a otro, malvivía con su amante cerca de Hollywood. Mientras tanto, el escritor no se privaba de ningún trago, hasta que en 1940 se le reventó el corazón.

Sinceramente, no sé cómo fue el entierro de SF. Sí sé cómo fue el de Gatsby: triste, solitario y final. Solo Carraway y otro borrachín lo acompañan hasta la tumba. A ver si va a tener razón el que dijo que el dinero no hace la felicidad.

Alejandro Feijóo

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