viernes, 22 de enero de 2010

53 El Barco - La bitácora de Antonio Pigafetta

Seguro que tenés un blog. Y que lo cuidás todos los días como si fuera un tamagotchi. Si este no es tu caso, por lo menos conocés a alguien que tiene un blog, y que se enferma tratando de ser constante, como cuando dejás de fumar. Porque la constancia es fundamental en esto de las bitácoras digitales. Porque si no lo actualizás seguido, el tiempo le pasa por encima como una aplanadora y sos viejo a los cinco minutos.

Antes de la banda ancha, pasaba lo mismo pero con las bitácoras. Con las de verdad, las de los barcos. Había que mimarlas todos los días, encerrarse en el camarote y darle a la pluma. Superar todos los obstáculos, las tormentas y las vicisitudes del viaje. Eso mismo fue lo que le pasó al hombre que llevó la bitácora de la primera vuelta al mundo en barco.

Antonio Pigafetta, se embarcó en la expedición de Hernando de Magallanes el 20 de septiembre de 1519.

Él no era un rudo marinero. Como él mismo dice, era un gentilhombre vicentino. Provenía de una familia acaudalada de Vicenza, había sido universitario y coqueteaba con el francés. Su curiosidad y la promesa de nuevos horizontes le llevaron a convertirse en un pasajero de pago del barco de Magallanes. Aunque eso no lo libraría de los peligros que prometía el viaje.

Decíamos que cierta avidez intelectual había llevado a Pigafetta a embarcarse en un viaje cuyo objetivo final era descubrir nuevas rutas para el comercio de especias. Pero Pigafetta, como buen hombre inteligente, aspiraba a más. A mucho más. Ni más ni menos que “crearse un nombre que llegase a la posteridad”.

La primera parte del viaje fue bastante tranquila. Los cinco barcos que habían zarpado de Sanlúcar de Barrameda llegaron a Tenerife, bajaron a las islas de Cabo Verde y Cruzaron el Atlántico hasta Brasil. Pararon en Santa Lucía, lo que hoy es Río de Janeiro, y siguieron rumbo al sur, hasta el gran río de agua dulce, y más abajo todavía, hasta el puerto de San Julián, en la Patagonia. Ahí empiezan los problemas. Se produce el primer motín, que Magallanes reprime con mano dura. Todo eso, antes de descubrir el estrecho que une los dos océanos.

El hambre y las enfermedades ya empiezan a hacer mella entre la tripulación. Una de las naves había encallado y otra se había dado a la fuga. Pasaron tres meses de navegación por el Pacífico, sin pisar tierra, casi sin agua, comiendo nada… Y Pigafetta seguía escribiendo su bitácora.

Los hombres caían como moscas y sobraban barcos para tan poco marinero. Ahora la expedición constaba solo de dos naves. A todo esto ya habían llegado a la isla de Guam, y, manteniendo la navegación hasta el oeste, tocaron Filipinas y las islas Malucas. Aquí, en una batalla con nativos, muere Magallanes, y Juan Sebastián Elcano se pone al mando de la única nave que les quedaba. Este barco se llamaba Victoria.

No eran más de dieciocho, de los casi trescientos que habían zarpado tres años antes. Entre estos dieciocho, claro, estaba Pigafetta. Llamó a su bitácora “Primer viaje alrededor del globo terráqueo”.

Más de 14.460 leguas. Una vez cumplido su sueño de entrar en la historia, Pigafetta no volvió a subirse nunca más a un barco.

Alejandro Feijóo

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